Llegar a vivir a una casa ya lista puede ser algo bonito mientras inicias tu vida matrimonial y estabilizas tu economía en pareja; pero comprarla y decidir vivir ahí de manera permanente cuando ya has decidido formar una familia, por experiencia, es complicado.
Cuando mi esposo y yo adquirimos nuestra primera casa con los ahorros que habíamos juntado por varios meses, tuvimos que hacerlo donde la encontráramos y no precisamente donde la queríamos. De cualquier manera, estábamos contentos porque al fin comenzábamos a armar nuestro propio patrimonio como una nueva familia consolidada. La casa era pequeña, pero al menos era suficiente para dos.
De todos modos ese no era el principal problema, sino que la orientación del terreno, el color de la construcción, los materiales y la ubicación de las ventanas, no favorecían el clima al interior de la casa, ya que estos factores provocaban que aquella vivienda fuera muy calurosa por las tardes, casi inhabitable.
Otro de los problemas que tenía la casa era su acústica. Nosotros éramos jóvenes como muchos de los vecinos que también se iban abriendo paso en la vida independiente, por lo que algunos de ellos tenían la costumbre de hacer fiestas cada noche de viernes y, como dije, aislar el ruido exterior no fue una de las ventajas de mi nueva casa y, por tanto, tampoco lo era el placer de descansar cada fin de semana.
¿Más barato?
El diseño de mi vivienda no era muy diferente a otros diseños de casas, sabía que era una casa básica con un modelo y combinación de colores ya predeterminados que nunca terminaron de convencerme por completo. En otras palabras, me conformaba pero no me satisfacía.
Aunque la casa era bonita, no era como la quería; tenía bonitos acabados, pero no eran los acabados que yo elegiría. Sí, era una casa bonita como muchas otras, pero no una casa hecha particularmente para mí y mi esposo, acorde a nuestros gustos y a lo que imaginábamos que sería nuestra primera casa.
Con el tiempo, la casa dejó de ser suficiente para nosotros: tuvimos dos carros cuando solo había espacio para uno, nacieron mis hijos y cada uno de ellos necesitaba su propia habitación; además, la única regadera se congestionaba en una familia de cuatro integrantes.
¿Cuánto más nos habría costado ampliar y adecuar mi casa a mis gustos y nuevas necesidades?
La ubicación, al igual que lo demás, estaba predeterminada en una casa como la que adquirimos y, con honestidad, no nos convenía en absoluto. Realmente nos quedaba lejos del trabajo y de los restaurantes a donde a mi esposo y a mí nos gustaba salir a comer para despejarnos del ajetreo cotidiano. También sucedió con las escuelas de mis hijos en las que quisimos que estudiaran por su calidad educativa.
Además, antes de poder recibir la casa, tuvimos problemas con los tiempos de entrega. Teníamos todo listo para mudarnos el día en el que habríamos de recibirla, pero la espera se prolongó un mes más porque la construcción aún necesitaba de algunos detalles mínimos para entregarla.
Sin duda lo mejor que pude haber hecho es construir mi casa propia y salirme de aquella en la que nunca me sentí en mi hogar. Claro que si tú decides hacer lo mismo, te aconsejo que te asesores con expertos o, mejor aún, con un Design Center pues ellos te ayudarán a crear tu casa donde y como siempre has soñado.