Cuando decidí formar mi propia familia, sabía que una de las decisiones más importantes que debía tomar sería la elección de la casa, de ese espacio que disfrutaría junto a mi esposo (el verdadero), en donde vería crecer a mis hijos y en el cual pasaríamos los mejores momentos de nuestras vidas.
Llegado el momento, ahorré lo suficiente y encontré al arquitecto que entendió perfecto qué era lo que quería para crear mi casa, pero no fue nada fácil. Busqué recomendaciones de mil formas: preguntando personalmente a mis conocidos, investigando en internet y publicando en mis redes sociales; todo con el fin de encontrar a alguien de confianza y con experiencia en construir casas; bien dice el dicho ‘más vale bueno conocido que malo por conocer’.
Después de una larga búsqueda finalmente terminé contratando al señor Gutiérrez, el cuñado de una amiga con "amplia trayectoria" trabajando como contratista y a quien le brindé toda mi confianza desde un inicio.
Durante el proceso de construcción de mi casa la emoción me invadía cada vez más; junto al señor Gutiérrez elegí los materiales para las paredes, el diseño de los pisos, el tipo de vidrio para las ventanas y otros elementos más. Esta situación lo único que provocaba en mí era ilusión, hasta ese momento estaba muy contenta de construir mi casa de esa manera.
Pasaba el tiempo y las cosas marchaban bien, el trabajo en el terreno en el cual se iba a construir ya había comenzado, los materiales ya estaban listos para usarse y los trabajadores realizaban sus actividades sin problemas. Todo iba viento en popa hasta que llegó el momento en el que el proceso se convirtió en algo estresante, agobiante y cada vez más costoso.
Al cabo de varios meses de trabajo, el señor Gutiérrez me contactó para informarme que por una situación del clima, la finalización del proyecto se había alargado un mes más, que debido a los dos días de lluvia que hubo unas semanas antes de su llamada, algunos trabajadores se enfermaron y tuvieron que retrasar la entrega.
Asimismo, argumentó que por unos cambios que realizó en cuestiones de seguridad necesitaba otro cheque y que también hubo problemas en los cálculos y requería más material del que se había acordado desde el principio. Cada pretexto era diferente, cada semana necesitaba algo nuevo, cada día había un contratiempo.
Llegó el punto en el que me sentí tan enojada que hablé con mi amiga para preguntarle si tenía idea de la falta de profesionalismo de su cuñado y lo que me dijo me sorprendió, me comentó que no conocía de su trabajo, me lo recomendó por ser su familiar y pensó que sería de mucha ayuda. Sí, ahí tuve algo de culpa por no investigar más a fondo, me confié. La verdad es que ya no tenía paciencia para seguir trabajando con él, cada semana me hacía perder el día, necesitaba encontrar alguien que no me quitara el tiempo, alguien que pudiera hacer bien su trabajo sin que me tuviera ahí todos los días supervisando cada movimiento a cada segundo.
Después de todo esto, me cansé y "me divorcié" del señor Gutiérrez. A pesar de que mi construcción se vería afectada al pausarse por tiempo indeterminado, no podía seguir dejando mi futuro hogar a alguien así.
Tras esta situación me sentí impotente y sinceramente, bastante triste. Pensé que todo estaba perdido y que nadie más iba a poder ayudarme, sin embargo, esta vez me informé bien y decidí contratar a una constructora, una empresa profesional con la que firmé un contrato en el cual se comprometía a mantener fijo el precio que me había ofrecido, a entregar en el tiempo establecido y, de lo contrario a enfrentar las penalizaciones en caso de que no cumpliera con las fechas de entrega.
Esta empresa se encargó de absolutamente todo lo que se necesita para construir una casa: materiales de la mejor calidad, muebles accesorios para vestir las habitaciones, gran variedad de acabados y diseños funcionales para tus espacios.
Después de haber pasado unos meses infernales tratando de que el señor Gutiérrez terminara mi casa, ahora descanso en ella todas las noches, disfrutando de mi jardín y de cada una de sus áreas en compañía de mi familia.
Construir tu casa puede ser tan divertido como estresante. Empezar desde cero el lugar donde vas a guardar tus mejores recuerdos es una gran responsabilidad que requiere dejarse en las mejores manos.